Voraz y melancólico es la historia de una posible historia de amor entre La Rubia (Micaela Rey) y El Lobo (Ignacio Torres), un romance que conlleva en sí un apetito al parecer insaciable, salvaje. El cuadro se completa con El Niño (Santiago García Ibañez), los tres como un triángulo perfecto serán los encargados de llevar adelante esta divertida ficción en clave de cuento.
La acción principal se desarrolla en un pequeño escenario despojado donde La Rubia y El Lobo serán el vehículo para que en esta obra puedan coexistir lo infantil y lo inocente por un lado, con lo violento y lo feroz por el otro, es decir lo puro y lo impuro en sociedad. El contexto es el de la kermese y los juegos de peña que se realizan anualmente, pero esta vez bajo una luna que crece rápidamente y que amenaza con volverse llena haciendo realidad la tan temida leyenda del séptimo hijo varón.
La puesta es muy dinámica y cuenta con un ingenioso texto que acerca el mito del hombre lobo a una experiencia actualizada y más autóctona, gracias a su proyección sobre la tradición y las costumbres del norte del país. El ritmo viene marcado por el juego de luces y la banda sonora que llevan adelante los actores mismos con sus voces, con distintos instrumentos o directamente con golpes, destacándose aquí el gran trabajo con el cuerpo. Vale insistir también, en la coherencia entre música, iluminación, movimientos en escena y argumento. Asimismo, se destaca la elección del vestuario bellamente ideado para transportar a los espectadores hacia un mundo otro y que narra junto con los protagonistas una historia única, favoreciendo además a crear por momentos verdaderas imágenes pictóricas.
Finalmente, Voraz y melancólico es una obra atravesada por la superstición y la leyenda del lobisón. Una experiencia teatral poética, interesante y distinta, con la inclusión del teatro físico y elementos del absurdo. Para disfrutar de una acertada dirección y dramaturgia de Toto Castiñeiras y la excelente labor de tres intérpretes que realmente dejan todo en escena.